Las etiquetas tienen el propósito de ofrecerle al consumidor información valiosa respecto de la clase de eficiencia energética y desempeño de productos de gran consumo eléctrico, propiciando de esta manera una compra inteligente. El usuario puede aprovechar la etiqueta como herramienta para comparar diferentes opciones de productos similares y priorizar la compra de acuerdo a sus preferencias. Gracias a su correcta interpretación es posible reducir el consumo energético y obtener ahorros que se verán reflejados en la boleta.
En términos generales, las EEE informan cuán eficiente y eficaz es un producto. Su lectura se divide, acorde a tales categorías de análisis, en dos partes: la superior, más visual, está constituida por barras horizontales de colores en escalera descendente donde cada “escalón” representa un nivel de eficiencia energética (EE). La flecha color negro indica la clase de eficiencia energética del producto en cuestión. Cuanto mejor desempeño tenga el producto respecto de su consumo de energía, más alta será su calificación de EE. La parte inferior varía según el tipo de producto, pero generalmente apunta a su funcionalidad o desempeño (por ejemplo, la cantidad de luz que brinda una lámpara o la capacidad en litros de una heladera).
Los niveles de EE se representan mediante letras y colores en una escala que suele ir de la A (color verde) a la G (color rojo). Sin embargo, dado que los productos han ido evolucionando y tornándose cada vez más eficientes, surgió la necesidad de abrir esa clasificación de modo tal que la A se subdividió en A+, A++ y A+++. Esta escala es la que se encuentra actualmente en las etiquetas de heladeras; en el caso de lámparas la A se desplegó en A+ y A++, y próximamente se implementará esta modificación en las etiquetas de lavarropas eléctricos y aires acondicionados.
Los datos que figuran en las etiquetas se obtienen a partir de ensayos realizados en laboratorios donde se analizan muestras de cada modelo.
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